sábado, 25 de diciembre de 2010

El mundo en dos colores



Ante algunas declaraciones que sitúan a Ecolo-Los Verdes de Extremadura en la derecha o en la izquierda extrema, recupero un artículo de opinión que publiqué a finales del 2007, a sabiendas de que está escrito más con el corazón que con la razón. Para un análisis más científico de este asunto os recomiendo el ensayo de Florent Marcellesi (coportavoz de La Coordinadora Verde):

La ecología política, ¿de izquierdas o de derechas? Hacia un ecologismo sin complejos.

Yo, eso sí, prefiero hablar de principios, y las etiquetas que las pongan otros. En cualquier caso, siempre me quedaré con las palabras de Petra Kelly, cofundadora de Los Verdes: “ni a la izquierda, ni a la derecha, sino por delante”

Paco Folguera.


El mundo en dos colores

El pasado domingo, camino del dolmen de Lácara, un compañero de paseo y custodia de los pequeños infantes, me preguntó ¿Los Verdes son de derechas o de izquierdas? Por supuesto que de izquierdas, contesté, y sobre esa respuesta fui consciente de que mi interlocutor construiría todo su esquema de simpatías o antipatías hacia mí y los Verdes.

¿Donde están las ideologías? ¿Son todas las políticas posibles iguales? Son muchos los que piensan que las viejas ideologías han muerto, que el mercado y el liberalismo han vencido a los comunistas de la Europa del Este y a los del lejano oriente, y sus reductos son todo menos islotes de libertad en el inmenso océano de la globalización. Y aun así seguimos estructurando nuestro mundo en dos bloques: derechas e izquierdas, buenos y malos, y sobre ello justificamos o rechazamos muchos de los proyectos de nuestros políticos por encima de la razón, léase una refineria de petróleo en la mejor, más fértil y próspera Tierra de secano de Extremadura o una central térmica en una localidad cuya principal industria es el turismo de salud.

Los políticos, especialmente en campaña, vuelven una y otra vez a discursos basados en los viejos miedos de la época de las ideologías decimonónicas “que viene la derecha”, “la familia se destruye”, “España se rompe”. Pero, más allá de las formas y sus discursos ¿son en verdad, tan distintas sus actuaciones? Aunque no sean muy diferentes, los ciudadanos nos sentimos identificados en la derecha o en la izquierda, nos informamos en los medios de comunicación afines y justificamos o criticamos actuaciones según el color de las mismas, es decir, nos engañamos.

El mundo en dos colores nos lleva a pensar que los buenos son los nuestros, rojos o azules, aunque no sean del mismo “pantone”. Y así, siguiendo ese mismo principio caemos una y otra vez en la contradicción; en justificar lo que deberíamos criticar, “no hay libertad pero la culpa no la tienen ellos, la tiene el terrorismo, el bloqueo, el imperialismo, el fundamentalismo, …”. Aun así parece fácil hacer pequeñas concesiones a la sinrazón política; empatizar con los que luchan contra el poder, ponernos del lado del disidente, del perseguido, del indefenso. Puede que usted sea de izquierdas, pero seguro que se siente mucho más cerca de un disidente de Tiananmen que de un comunista del politburó chino. Pero a veces esta lógica de la empatía con el perseguido no es lo suficientemente fuerte; mientras que desde la izquierda en España defendemos el derecho de todos al matrimonio con personas del mismo sexo, algunos olvidan que en los paraísos comunistas los homosexuales están perseguidos. “El trabajo os hará hombres” es la terrible leyenda, versión homófoba de “el trabajo os hará libres” utilizada en los campos de exterminio nazis, y que se podía leer en el campo de Camagüey, en Cuba, donde fueron a parar centenares de homosexuales para ser “reeducados”.

Puede que el poder corrompa, que contamine la esencia de la ideología, al igual que los ríos, el aire, los alimentos y la salud, o puede, simplemente, que sólo sea el reflejo de nuestra impercepción o de nuestra arrogancia como especie. El hombre de derechas como centro de la creación o el de izquierdas como rey de la evolución, es el mayor depredador para el hombre, despilfarra los recursos naturales y justifica cualquier medio para conseguir sus fines. El hombre que entiende que su especie es sólo una más y sin duda no la última, que el capital natural es su principal recurso, que “todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra” (Jefe Indio Seattel), que el suelo, el aire y el agua no le pertenecen, puede que tenga una oportunidad, aunque sea de derechas o de izquierdas.