JUAN LÓPEZ DE URALDE
A estas alturas y con la que está cayendo, todavía hay quien no ve la estrecha relación entre la crisis económica y el deterioro ecológico global. Inmersos como estamos en un modelo cuyo motor es el crecimiento continuado y cuya fuente de energía es fundamentalmente combustible fósil, la base física sobre la que nos asentamos muestra síntomas evidentes de agotamiento que están teniendo un impacto mesurable en la actividad económica. Además, los residuos de esta actividad contaminan gravemente el mundo, poniendo en riesgo nuestra supervivencia. Las enormes desigualdades sociales y económicas, consecuencia de este modelo injusto, se ven ahora agravadas por una crisis ecológica que no tiene precedentes y que afectará aún más a los más desfavorecidos, haciendo todavía más grande ese abismo social.
La crisis de las hipotecas subprime de 2008 en Estados Unidos comienza con el incremento de los precios del petróleo, que induce la subida de los tipos de interés. A partir de ahí, miles de personas no son capaces de hacer frente a sus hipotecas y estalla lo que sería el comienzo de la actual situación. La evolución de los precios de un combustible como el petróleo está cada vez más en la trastienda de la situación económica global. La Agencia Internacional de la Energía advierte de una nueva fase de subida de precios del crudo, consecuencia de una mayor demanda. Lo mismo está ocurriendo con algunos minerales básicos, cuyo precio sube sin freno.
Hasta hace unos años, el precio del petróleo se había modulado con alzas de producción cuando se producían picos de demanda o bajándola para evitar el hundimiento del precio del barril en momentos de menor consumo. Sin embargo, la flexibilidad de la producción al alza se agota, ya que hay serios indicios de que estamos en el llamado “pico del petróleo”; es decir, máxima producción posible sin que se disparen los costes de producción. Por ello el alza de precios actual puede continuar sin freno y generar nuevas alzas de la inflación y los tipos de interés, arrastrando nuevamente el resto de actividades.
En este contexto se hace especialmente visible el error que supone recortar las ayudas a las fuentes de energía renovable, como ha hecho en los últimos meses el Ministerio de Industria. Las fuentes de energía renovable son el único instrumento de que dispone nuestro país para reducir la dependencia de la importación de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural). Por ello las decisiones que se toman basadas en el coste de los apoyos públicos al desarrollo de estas fuentes de energía deberían tomarse en función de las tendencias de coste de ambas alternativas (fósil y renovable) y no exclusivamente por el coste puntual. Recordemos también que, desde el punto de vista del empleo, las energías renovables son las que más generan por kilovatio producido frente a otras alternativas. Siendo la creación de empleo un objetivo prioritario, no parece tampoco inteligente el recorte al que se han visto sometidas.
Pero, con todo, el principal impacto ecológico en la economía global viene ya del cambio climático. Recientemente, la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha advertido de la subida de los precios de los cereales como consecuencia de las malas cosechas de 2010. Esas cosechas desastrosas han sido, según reconoce la FAO, consecuencia en muchos casos de condiciones climáticas adversas. El aumento del precio de los cereales tendrá efectos dramáticos para millones de personas y una vez más se verán más afectadas precisamente las más desfavorecidas. Es posible que esta situación sea la causa de nuevas y masivas hambrunas en este año. En todo caso, va a hacernos la vida mucho más difícil.
Hasta ahora, el problema del hambre ha derivado de la mala distribución de la riqueza y, en especial, de los alimentos. Sin embargo, entramos en una nueva fase en la cual los fenómenos ambientales pueden provocar que la cantidad de alimentos no sólo esté mal distribuida, sino que sea insuficiente para alimentar a toda la población mundial. De hecho, parece que la subida del precio de los cereales ha sido uno de los detonantes de las revueltas sociales en Túnez y Egipto.
2010 ha vuelto a ser el año más cálido desde que se tienen registros. El cambio climático se está agravando y los resultados son cada vez más visibles. A pesar de ello, y de las consecuencias económicas y sociales del mismo, gran parte de la opinión pública, incluida la izquierda, sigue considerando esta cuestión un tema secundario.
La dimensión ecológica de la crisis económica es muy profunda. No hay salida a la actual situación sin un cambio que permita superar el modelo que está siendo la causa del agotamiento de los recursos de la Tierra y está saturando de contaminantes la biosfera y rompiendo los ciclos de la vida. Desde este punto de vista, un planteamiento en el que la visión ecológica debe ser central en la acción política en defensa de un mundo más justo es una necesidad. La ecología política no trata sólo de la protección de especies o de espacios, por otra parte tan necesaria, sino que busca la superación del actual modelo promoviendo un nuevo equilibrio entre la actividad humana y nuestro entorno. Sin resolver la crisis ecológica, no hay salida para la crisis económica ni social. Ni hay posibilidades de construir una sociedad mejor para todos.
Juan López de Uralde es director de Equo.